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viernes, 9 de marzo de 2018

Redes Sociales


En algún Congreso sobre Medios Alternativos se decía que “La evolución de la Web, el surgimiento de los medios alternativos, las redes sociales de Internet, así como los blogs y wikis, crean nuevas posibilidades para la comunicación social y política. Este nuevo escenario comunicativo a nivel internacional demanda cada vez más la creación de condiciones para maximizar su aprovechamiento”. Sin caer en empobrecedores maniqueísmos ni valoraciones moralizantes, ni tampoco en triunfalismos exagerados que pierden la verdadera dimensión de las cosas, digamos que toda esta amplia batería de nuevas tecnologías ofrece interesantes posibilidades si lo pensamos desde una perspectiva transformadora, quizá revolucionaria incluso, al mismo tiempo que no se pueden desconocer sus peligros latentes. El reto está en ver cómo se navega en esas aguas y se puede llegar a buen puerto.

Las llamadas Tecnologías de la Información y Comunicación -TICs- son especialmente atractivas, y con mucha facilidad pueden pasar a ser adictivas (de la real necesidad de comunicación fácilmente se puede pasar a la “adicción”, más aún si ello está inducido, tal como sucede efectivamente). En una investigación que se hizo vez pasada en Guatemala sobre este tópico se preguntó a jóvenes usuarios de estas tecnologías -de distinta extracción social, de ambos sexos, con edades de entre 17 y 25 años- si al estar haciendo el amor reciben una llamada a su teléfono celular, ¿qué harían? Muchos y muchas (alrededor de un 75%) respondieron que, sin dudarlo, contestarían. No hay dudas que estamos ante un importante cambio de actitudes.

Estamos invadidos por una cultura del uso de lo digital; se nos ha dicho incluso, interesadamente o no, que la llamada “Primavera árabe”, por ejemplo, se provocó por la catarata de mensajes de texto transmitidos en los teléfonos móviles y por el uso de las llamadas redes sociales. ¿Las nuevas revoluciones, entonces, se construirán sobre la base de realidades virtuales que movilizan a las masas? En Guatemala los movimientos cívicos anticorrupción del 2015 que terminaron sacando del poder a presidente y vicepresidenta se generaron casi exclusivamente a través de redes sociales (luego se supo que hubo ahí una monumental manipulación, habiéndose creado cantidad de perfiles falsos desde donde se lanzaron las convocatorias).

Dejamos aquí el análisis político pormenorizado tanto del movimiento de los pueblos árabes como lo que se jugó en Guatemala, porque no es el espacio adecuado para tratarlo, pero no podemos menos de indicar que estas nuevas modalidades comunicacionales tienen una fuerza decisiva. En la actualidad vivimos una cierta entronización de lo digital que puede llevarnos a verlo como panacea. De todos modos, más allá de la interesada prédica que identifica a las TICs con una nueva pretendida solución universal, no hay dudas que tienen algo especial que las va tornando imprescindibles.

Estar “conectado”, estar todo el tiempo con el teléfono celular en la mano, estar pendiente eternamente del mensaje que puede llegar, de las redes sociales, del chat, constituye un hecho culturalmente novedoso. ¿Quién perteneciente a una generación anterior a la actual respondería afirmativamente a la pregunta arriba citada, respecto a la intimidad de su vida sexual y el uso de un teléfono?

La definición más ajustada para un teléfono celular (lo mismo se podría decir de las TICs en general) es que, poseyendo el equipo en cuestión -teléfono, computadora, acceso a internet- se está “conectado”, que es como decir: “estar vivo”. Definitivamente todas estas tecnologías van mucho más allá de una circunstancial moda: constituyen un cambio cultural profundo, un hecho civilizatorio, una modificación en la conformación misma del sujeto y, por tanto, de los colectivos, de los imaginarios sociales con que se recrea el mundo. Eso nos abre forzosamente la pregunta: ¿constituyen también un arma política? ¿Son un instrumento más para el cambio social? La revolución socialista (pensemos que eso, aunque hoy día esté supuestamente “pasado de moda”, sigue siendo una posibilidad), ¿puede beneficiarse de estos instrumentos?

Lo importante a destacar es que esa penetración que tienen las TICs no es casual. Si gustan de esa manera, es por algo. Como mínimo se podrían señalar dos características que le confieren ese grado de atracción: a) están ligadas a la imagen, y b) permiten la interactividad en forma perpetua.

La imagen juega un papel muy importante en las TICs. Lo visual, cada vez más, pasa a ser definitorio. La imagen es masiva e inmediata, dice todo en un golpe de vista. Eso fascina, atrapa; pero al mismo tiempo no da mayores posibilidades de reflexión. “La lectura cansa. Se prefiere el significado resumido y fulminante de la imagen sintética. Ésta fascina y seduce. Se renuncia así al vínculo lógico, a la secuencia razonada, a la reflexión que necesariamente implica el regreso a sí mismo”, se quejaba amargamente Giovanni Sartori (1). Lo cierto es que el discurso y la lógica del relato por imágenes están modificando la forma de percibir y el procesamiento de los conocimientos que tenemos de la realidad. Hoy por hoy la tendencia es ir suplantando lo racional-intelectual -dado en buena medida por la lectura- por esta nueva dimensión de la imagen como nueva deidad.

Junto a eso cobra una similar importancia la fascinación con la respuesta inmediata que permite el estar conectado en forma perpetua y la interactividad, la respuesta siempre posible en ambas vías, recibiendo y enviando todo tipo de mensajes. La sensación de ubicuidad está así presente, con la promesa de una comunicación continua, amparada en el anonimato que confieren en buena medida las TICs. (Muchos “tímidos” consiguen pareja por su intermedio. Eso es un hecho. Además, a partir de ese anonimato, cualquiera se puede permitir cualquier cosa, opinar, decir lo que jamás diría cara a cara, insultar, provocar, etc., etc.).

La llegada de estas tecnologías abre una nueva manera de pensar, de sentir, de relacionarse con los otros, de organizarse; en otros términos: cambia las identidades, las subjetividades. ¿Quién hubiera respondido algunas décadas atrás que prefería contestar el teléfono fijo a seguir haciendo el amor?

Hoy día la sociedad de la información, por medio de estas herramientas, nos sobrecarga de referencias. La suma de conocimiento, o más específicamente: de datos, de que se dispone es fabulosa. Pero tanta información acumulada, para el ciudadano de a pie y sin mayores criterios con que procesarla, también puede resultar contraproducente. Puede afirmarse que existe una sobreoferta informativa. Toda esta saturación y sobreabundancia de ¿información?, y su posible banalización, se ha trasladado a la red, a las TICs en general, inundando todo. De una cultura del conocimiento y su posible apropiación se puede pasar sin mayor solución de continuidad a una cultura del divertimento, de la superficialidad. Las TICs permiten ambas vías. Se ha hablado, entonces, de intelicidio. Parecería que las redes sociales contribuyen mucho a eso: el olvido (¿o la muerte?) del pensamiento crítico. La opinión política, el análisis pormenorizado, la reflexión profunda se va reemplazando por un tuit de 150 caracteres.

Si bien las TICs se están difundiendo por toda la sociedad global, quienes más se contactan con ellas, las utilizan, las aprovechan en su vida diaria dedicándole más tiempo y energía, y concomitantemente viéndose especialmente influenciados por ellas, son los jóvenes. Es evidente que la globalización en curso uniforma criterios sin borrar las diferencias estructurales; de ahí que, diferencias mediantes, las generaciones actuales de jóvenes son todas “hijas de las TICs”, o “nativos digitales”, como se les ha llamado. “Aquello que para las generaciones anteriores es novedad, imposición externa, obstáculo, presión para adaptarse -en el trabajo, en la gestión, en el entretenimiento- y en muchos casos temor reverencial, para las generaciones más jóvenes es un dato más de su existencia cotidiana, una realidad tan naturalizada y aceptada que no merece siquiera la interrogación y menos aún la crítica. Se trata en efecto de una condición constitutiva de la experiencia de las generaciones jóvenes, más instalada e inadvertida a medida que se baja en la edad” (2)

En esa dimensión, lo importante, lo definitorio es estar conectado y siempre disponible para la comunicación. De esa lógica surgen las llamadas redes sociales, espacios interactivos donde se puede navegar todo el tiempo a la búsqueda de lo que sea: novedades, entretenimiento, información, aventura, etc., etc. En las redes sociales, usadas fundamentalmente por jóvenes, alguien puede tener infinitos amigos. O, al menos, la ilusión de una correspondencia infinita de amistades. En esa línea, creemos importante no dejar de hacer notar que la superficialidad no es ajena a buena parte de la cultura que generan las TICs. De ahí que debe verse muy en detalle cómo estas tecnologías comportan, al mismo tiempo que grandes posibilidades, también riesgos que no pueden menospreciarse. La cultura de la ligereza, de lo superficial y falta de profundidad crítica puede venir de la mano de las TICs, siendo los jóvenes -sus principales usuarios- quienes repitan esas pautas. Sin caer en preocupaciones extremistas, no hay que dejar de tener en vista que esa entronización de la imagen y la inmediatez, en muchos casos compartida con la multifunción simultánea (se hacen infinitas cosas al mismo tiempo), puede dar como resultado productos a revisar con aire crítico: “en términos mayoritarios [los jóvenes usuarios de TICs] adquieren información mecánicamente, desconectada de la realidad diaria, tienden a dedicar el mínimo esfuerzo al estudio, necesario para la promoción, adoptan una actitud pasiva frente al conocimiento, tienen dificultades para manejar conceptos abstractos, no pueden establecer relaciones que articulen teoría y práctica”. (3)

Pero si bien es cierto que esta cibercultura abre la posibilidad de esta cierta liviandad, también da la posibilidad de acceder a un cúmulo de información y a nuevas formas de procesar la misma como nunca antes se había dado, por lo que estamos allí ante un fenomenal reto.

Los medios alternativos de comunicación -como el presente, en el que se está leyendo este texto, y que hacen uso de la red, de todas estas nuevas herramientas digitales- son un granito de arena más en la larga y continuada lucha por un mundo mejor. Hoy, caído el Muro de Berlín, y con él muchas esperanzas, no hay dudas que el campo popular está un poco (bastante) falto de ideas claras, de referentes precisos en la batalla por esas transformaciones. Los ideales de algunas décadas atrás, si bien no han desaparecido, quedaron golpeados. La fabulosa ola neoliberal que todavía nos sigue afectando ha significado un golpe muy grande para la izquierda, para el campo popular, para la ideología de la transformación.

En ese marco, la cultura digital que ha llegado con una fuerza fabulosa, abre un reto: obviamente, en tanto tecnología, no es “buena” ni “mala”. Plantearlo así es sumamente reduccionista, equivocado en definitiva. Pero no se puede dejar de considerar cómo funciona, quién la maneja, qué papel juega para los grandes poderes globales como negocio y como mecanismo de control social. La posibilidad de construir ahí un espacio alternativo está abierta.

Eso, sin dudas, implica una lucha (¿hay acaso algún aspecto de lo humano que no la implique?), pues los grupos de poder utilizan este instrumental con fines de conservadurismo, para que nada se altere. Y por cierto que lo saben hacer muy bien. De hecho cada vez más asistimos a un uso mentiroso de estas posibilidades tecnológicas. Por lo pronto, en forma creciente y en todas partes del mundo, la práctica política se basa en el más repugnante engaño bien montado, mercadológicamente ofrecido. “ En la sociedad tecnotrónica el rumbo lo marcará la suma de apoyo individual de millones de ciudadanos incoordinados que caerán fácilmente en el radio de acción de personalidades magnéticas y atractivas, quienes explotarán de modo efectivo las técnicas más eficientes para manipular las emociones y controlar la razón ”, pedía el polaco-estadounidense Zbigniew Brzezinsky. Y así es, pues cada vez más asistimos a la creación de los llamados “perfiles falsos” en las redes sociales por parte de los políticos y/o las usinas ideológicas para hacer creer lo que no es (que los políticos tienen muchos seguidores, que la población los ama, que está de acuerdo con su accionar, inoculando ideología, diezmando el pensamiento crítico. ¿Queda claro por qué lo de intelicidio?). ¿Por qué una gran cantidad de personas en todo el mundo repite lo que repite sin cuestionárselo? Que en Venezuela hay una narcodictadura, por ejemplo; que los misiles nucleares norcoreanos son peligrosos para la paz mundial, pero no así los estadounidenses, solo para poner algunos patéticos ejemplos. El engaño sigue estando presente en el ejercicio del poder, y las redes sociales (atractivas, envolventes, fáciles de usar) lo permiten muy ampliamente. O más aún: lo estimulan a niveles exponenciales.

No debemos dejar de tener en cuenta que se han abierto ciertos canales para una relativa democratización de la información. En cierto sentido, todos podemos dejar nuestra marca en la red de redes, decir, denunciar, hacer evidentes ciertas cosas. Pero no hay que olvidar que ese fabuloso espacio virtual también está hiper controlado por los enormes poderes de siempre, que el tráfico satelital no lo maneja el campo popular, que tecnológicamente dependemos de unos pocos servidores que manejan ese tráfico. La ilusión de creer que la revolución se agota en una pantalla es un peligro. Bienvenidas las tecnologías digitales, sin duda. Aprovechémoslas, conozcámoslas en profundidad, saquémosle el máximo posible de provecho. Pero estemos conscientes que la organización popular, que la revolución socialista no son cuestiones puramente técnicas. La tecnología, si no está al servicio de la causa del Ser Humano como especie, sigue siendo un mecanismo de dominación.

Los medios alternativos de comunicación son un elemento más de un prolongado combate popular en pro de un mundo con mayor justicia, combate que por cierto no ha terminado aún, que ha perdido quizá la batalla de estas últimas décadas, pero no la guerra. 

lunes, 7 de septiembre de 2015

Incidir es también hackear el hacer




Internet es una red de redes cuya arquitectura es descentralizada y abierta por diseño. Pero no es solo eso. Hablar de Internet implica hablar de muchos temas a la vez. Implica considerarcuestiones técnicas pero también cuestiones sociales, políticas, económicas y comunicacionales.

No pasa solo por tener en cuenta sus capas, aunque es bueno nombrarlas: infraestructura (los cables, servidores, etc), protocolos (las reglas que se usan para comunicarnos, como el Internet Protocol),contenidos (la información disponible) y una cuarta que seríamos las y los usuarios. A pesar de poder hacer esta diferenciación, en lo cotidiano esas capas están íntimamente relacionadas. Por eso, cuando pensamos en habitar Internet, es necesario que pensamos en incidir en cada una de ellas.

Pero, ¿de qué forma? En una nota de hace unas semanas dicen que “la clave en la incidencia no es la razón, es el discurso”. Y para hacerlo “falta ahondar más en la comunicación estratégica”. Aquí es bueno decir que varias organizaciones latinoamericanas realizan un gran trabajo en este sentido y aquí también es donde corresponde hablar de gobernanza de Internet. ¿Eso qué es? ¿Se puede gobernar Internet? Compartimos un vídeo en el que se explican varios de sus aspectos y del que podemos resumir que “gobernanza de internet son los asuntos relacionados con el desarrollo y la aplicación de principios, normas, reglas, procedimientos y programas que dan forma a la evolución y uso de internet”. En este modelo participan “todos los actores involucrados”, desde gobiernos y empresas hasta comunidades técnico-académicas y sociedad civil. Es por eso que enfrentamos diversos Retos de la gobernanza de Internet en la región.

Muchos de esos “actores” pueden participar/construir varias de esas capas. A su vez, cada uno de ellos posee un discurso. De ese universo de perspectivas, cables y comunicaciones es importante hacer tareas de incidencia política pero además necesitamos hackear nuestras prácticas.

Vemos a Internet como un espacio tecnopolítico. Por eso las discusiones deben ir más allá de lo técnico. Nos parece necesario adoptar prácticas que involucren actitudes políticas. No queremos caer en decir “hay que dejar de usar” tal o cual servicio porque “pertenece a una trasnacional”. Sin embargo es importante entender que el modelo de negocio de muchas de esas plataformas es “vender nuestros datos”, de ahí que debemos tener control sobre qué y cómo publicamos en esos espacios. Para ir un paso más allá es bueno conocer que existen otras plataformas que desde lo técnico, adoptan una postura política de compromiso social. Ese es también el motivo por el que apoyamos el uso de software libre.


¿Necesitamos un hospedaje para nuestra página web? Imagínense un proyecto que piensa este asunto planteando que “la tecnología y sus herramientas son el resultado de una colaboración humana y debemos tener derecho a ejercer control sobre ella”. Es una gran manera de redefinir los servicios en Internet y por eso creemos que apoyar proyectos como la Cooperativa Tecnológica Primero de Mayo hace multiplicar los espacios de participación e incidencia. Prueba de que hay un compromiso político es que desde hace más de una semana vienen resistiendo ataques de denegación de servicio (DDoS) a sitios que apoyan el derecho a decidir alojados en sus servidores.

¿Queremos usar redes sociales digitales? Sabemos que existen las redes comerciales y por qué no probar un nodo enDiáspora, uno en Gnu/Social y quizás algún otro espacio como Anillo Sur. Cada una de esas redes alternativas tiene características propias, pero en todas vamos a encontrar el mismo sentido de comunidad que se interesa por aprender del/la otra, con personas que las habitan que se (pre)ocupan por fortalecer espacios seguros, de tolerancia, participación y colaboración. Son espacios que se (pre)ocupan por crear y enlazar proyectos, ideas, generar interacción, diálogo. ¿Puede ser esto una forma de gobernanza? Aún cuando no entre dentro de la definición comúnmente utilizada, lo cierto es que hacer/estar/cuestionar son prácticas que nos llevan a desandar el determinismo tecnológico y “dar forma a la evolución y uso de internet”.

Hasta aquí los espacios mencionados son comunidades que acompañan desde lo técnico diversas problemáticas sociales y aúnan personas-que-aprendieron-a-hacer-técnicamente que, con compromiso político proponen alternativas de comunicación y personas-que-quieren-apropiarse-de-la-Red que eligen usar estas plataformas para crear y compartir contenidos. Todas ellas son formas dehackear las estructuras dadas.

Como se menciona en los Principios de Manila, “toda comunicación a través de Internet es facilitada por intermediarios, como los proveedores de acceso a Internet, las redes sociales y los motores de búsqueda”, es por eso que estos principios sobre responsabilidad de intermediarios buscan “proteger la libertad de expresión y crear un entorno propicio para la innovación”. ¿Eso implica que no podemos exigir directamente a las grandes corporaciones responsabilidad sobre lo que ocurre en sus plataformas? ¿Podemos pedirle observancia sobre derechos humanos y colectivos?

Serían dos esferas diferentes. Una, un marco que propicie libertades y derechos, y otra, la de la exigibilidad hacia las propias plataformas. Es bastante molesto cuando los intermediarios son interpelados directamente por sus prácticas de “vigilancia para el consumo”, por ejemplo, y las respuestas no llegan. Pareciera que quieren que creamos que hacen lo que hacen “solo por observancia a la ley”, y no porque (además) usar y vender nuestros datos es su modelo de negocio.

En ese sentido, si esas mismas corporaciones ganan millones con nuestra información es esperable que al menos nos den respuesta en calidad de “personas” y no solo de “consumidores”. Claro que esas plataformas no serían nada sin nosotros y nosotras usándolas, pero cuando, por ejemplo, reclamamos por un caso de violencia en sus espacios, las mayoría de las veces recibimos respuestas automatizadas únicamente. Las “horas personas” para atender casos particulares son necesarias. Y, fundamentalmente, que la atención de casos sea realizada por personas capacitadas en derechos humanos. Personas tratando con personas. No personas solo hablando con máquinas. ¿Es muy costoso y engorroso? Si esa es la respuesta, entonces, definitivamente, no queremos volver a escuchar que nos digan que las y los usuarios somos “lo más importante para ellos”. Y es que además, no somos solo usuarias y usuarios. Somos prosumidores y prosumidoras. Creamos contenidos que les generan valor ¡todo el tiempo!

Sabemos que faltan muchos más espacios por ocupar e intervenir. Falta especial atención al hacer desde la infraestructura. No está claro qué tan factible pueda ser eso. Sin embargo, apoyar espacios do it yourself/do it together (DIY/DIT) abre posibilidades de creación no solo de software libre, sino de hardware libre. O proyectos como guifi.net, “una red de telecomunicaciones mancomunada, abierta, libre y neutral”.

Con todo esto no queremos decir que no se necesitan reglas o protocolos, pero, como dice Enrique Chaparro, pretendemos “una Internet anárquica. Las regulaciones en ella deben ser las necesarias para distribuir racionalmente recursos escasos y administrar infraestructura común, pero ni un grano más” y es por eso que “las estructuras de gobierno de la Internet deben estar sujetas a supervisión y revisión (…) Deben construirse sobre la comunidad universal de usuarios de la Internet. Y, por supuesto, deben ser responsables ante esa comunidad sin que haya más de un nivel de representación entre los miembros de la comunidad y las personas a quienes se han confiado los poderes de gobierno”.

Hay una arista más para sumarle a todo esto. Queremos salir de las “redes”, vernos en las “calles” y para eso también generamos espacios de cuidados que podamos habitar juntos y juntas. Espacios como el TransHackFeminista en el que durante una semana completa pudimos hablar y escuchar,participar y construir lazos político/sociales/afectivos que empezaron o que seguirán en las redes. Un espacio en el que además pudimos compartir prácticas de “alfabetización digital” y conocimiento.

Entonces, incidencia política ¡sí! Complejización del discurso ¡sí! Hackear nuestras prácticas ¡también!Somos parte de ese enjambre, de esos ecosistemas. Participar, involucrarnos… eso es hacer la diferencia.

@Sursiendo


Fuente: http://sursiendo.com/blog/2015/08/incidir-es-tambien-hackear-el-hacer/